Llevar un negocio exige constancia, compromiso, responsabilidad, y otras
cualidades innecesarias que son bastante contrarias a «estar en el
momento», a la libertad y a la espontaneidad, las cuales anhela el
corazón. Por favor di algo acerca de la forma en que estos dos espacios
pueden convivir juntos en paz.
Si quieres cabalgar en dos caballos al mismo tiempo, te será
muy difícil. Tendrás que entender una cosa: si tienes un
anhelo de libertad, espontaneidad y estar en el momento, tendrás
que dejar de tener una actitud de negociante. Puedes continuar con el negocio
pero tendrás que transformar tu actitud, tu enfoque hacia él.
No te puedes comprometer con ambos, no puedes sintetizarlos. Tienes que
sacrificar uno en favor del otro. Recuerdo a mi abuelo. Mi padre y mis
tíos no querían al viejo en la tienda. Le solían decir:
«Descansa o, vete a dar un paseo». Pero había clientes
que preguntaban por él, y decían: «Ya volveremos cuando
él esté aquí». El problema radicaba en que él
no era un negociante.
Él simplemente diría: «Esto nos cuesta diez rupias
y yo no voy a sacarle más de un beneficio del diez por ciento. Esto
quiere decir que te costará once rupias, ¿te parece demasiado?
¿Entonces cómo vamos a vivir, cómo vamos a sobrevivir?».
Y la gente inmediatamente cerraba el trato con él.
Pero a los ojos de mi padre y de mis tíos eso era una pérdida,
porque ellos lo hubieran ofrecido por veinte rupias en principio; para
luego regatear... y si el cliente se las arreglaba de alguna forma para
bajar el precio a quince rupias se sentiría feliz por haberlo rebajado
cinco rupias. Pero de hecho ellos ganarían cuatro rupias más.
Así que, naturalmente, echaban a mi abuelo. «Vete, vete al
río, tómate un buen baño. Vete al parque, descansa.
Tú ya eres viejo, no necesitas trabajar.»
Pero él solía decir: «Hay clientes que me conocen
y que os conocen. Saben que no soy un negociante. Y que vosotros sois gente
de negocios. Y le he dicho a mis clientes que si no estoy, que me esperen,
que pronto estaré de vuelta. Les he estado diciendo: "Recordad una
cosa: caiga la sandía en el cuchillo o el cuchillo en la sandía,
es siempre la sandía la que se parte en dos trozos, nunca el cuchillo.
Así que cuidado con la gente de negocios"». Él tenía
sus propios clientes, que ni siquiera decían a lo que venían;
se sentaban y decían: «Esperaremos a que venga el viejo».
Los negocios también se pueden hacer con honestidad, con autenticidad,
con lealtad; no requieren que seas necesariamente pícaro, explotador,
tramposo. Así que no preguntes por ninguna síntesis entre
«llevar un negocio, continuidad, compromiso y responsabilidad»,
y «estar en el momento, libertad y espontaneidad, las cuales anhela
el corazón». Escucha al corazón, porque el corazón
es en definitiva el que va decidir el calibre de tu ser, el mismísimo
crecimiento de tu consciencia, y finalmente la transcendencia que os conducirá
a ti y a tu consciencia más allá de la muerte. Cualquier
otra cosa sería simplemente mundana. ¿En qué consiste
tu constancia?; en que debido a que tu padre y tus antepasados hayan estado
llevando un negocio, tú también tienes que hacerlo, de la
misma manera que ellos lo han estado haciendo. ¿Estás acaso
tú aquí para repetir el pasado?
¿No tienes el valor de introducir lo nuevo y dejar el pasado,
y con él lo viejo y lo podrido, de traer una brisa fresca a tu vida
y a la de aquellos que te rodean? ¿Para qué la constancia?
Esa no es la cuestión... De hecho tienes que ser inconstante a cada
momento, no solamente con el pasado de los demás (tus padres y antepasados)
tienes que ser inconstante hasta con tu propio pasado a cada momento. El
momento que se va, se va. No tienes ninguna obligación de continuarlo
y cargar con el cadáver de un momento muerto. El compromiso siempre
procede de la inconsciencia. Por ejemplo, tú amas a una mujer y
quieres que se case contigo, pero ella quiere que te comprometas. Y tú
eres tan inconsciente...; comprometes muy fácilmente el futuro,
que no está en tus manos. ¿Cómo puedes asegurar algo
para mañana? El mañana no es de tu propiedad. Puede que estés
aquí, y puede que no. ¿Y quién sabe qué pasará
mañana? El amor que tan de repente te ha poseído puede desaparecer.
Pero casi todo hombre se compromete con su mujer: «Te amaré
toda la vida». Y la mujer también se compromete: «No
solamente te amaré en esta vida sino que rezaré a Dios para
que vuelvas a ser mi marido en todas las vidas».
Pero nadie es consciente de que ni un solo momento del futuro está
en sus manos. Todos los compromisos crearan problemas. Mañana, de
repente, puede acabar tu vida de la misma manera que ha aparecido. Fue
algo que ocurrió, no fue un acto tuyo, no lo hiciste tú.
Mañana, cuando el amor haya desaparecido y encuentres tu corazón
completamente marchito, ¿qué harás?
La única salida que la sociedad te deja es volverte falso, ser
hipócrita. Aunque ya no haya amor, sigue aparentándolo, sigue
al menos diciendo: «Te amo». Tú sabes que tus palabras
no llevan ningún significado y la mujer también se da cuenta,
porque tus palabras no suenan sinceras. Y en lo que al amor se refiere,
no se puede engañar a una mujer; ella tiene una tremenda sensibilidad.
De hecho, cuando hay amor no hay necesidad de repetirlo. Tú lo sabes
y ella lo sabe. La repetición surge solamente cuando el corazón
ya no irradia amor, y lo tienes que sustituir con palabras.
Pero las palabras son muy pobres. Tus acciones estarán mostrando
algo, tu rostro estará mostrando algo, tus ojos estarán mostrando
algo, y tus palabras tratarán de probar justo lo opuesto. Pero el
problema ha surgido porque no has sido lo suficientemente consciente para
decirle a la mujer: «¿Cómo puedo yo comprometerme?
Soy un frágil ser humano, no soy absolutamente consciente. La mayor
parte de mi ser está en una profunda oscuridad, que yo ni siquiera
conozco. No soy consciente de los deseos que tendré mañana,
tampoco tu lo eres. »
Así que por favor no te comprometas a nada conmigo y yo no me
comprometeré a nada contigo. Nos amaremos el uno al otro mientras
el amor siga siendo auténtico y verdadero, pero en el momento en
que sintamos que ha llegado el tiempo de aparentar, no aparentaremos; eso
sería feo e inhumano. Simplemente aceptaremos que el amor que solía
haber ya no existe y es tiempo de partir. Recordaremos todos los días
y momentos hermosos que hemos pasado juntos. Permanecerán siempre
frescos en nuestra memoria. Y no quiero destruirlos aparentando; tampoco
quiero que tu te conviertas en una hipócrita.»
En lo que a mi gente se refiere, nunca forméis ningún
compromiso. Poned bien claro que los compromisos crearán situaciones
difíciles. Y pronto descubriréis que no podéis cumplirlos.
Y la responsabilidad... Se os ha cargado con la idea de la responsabilidad,
que sois responsables para con vuestros padres, que sois responsables para
con vuestra esposa o esposo, que sois responsables de vuestros niños,
responsables para con vuestros vecinos, de que eres responsable para con
la sociedad, que eres responsable para con la nación. Parece ser
que solamente estás aquí para ser responsable para con todo
el mundo; excepto contigo mismo. Es una situación extraña.
Una mujer le estaba enseñando a su hijo: «Lo más
importante de nuestra religión es servir a los demás».
«Comprendo, sólo hay una cosa que no puedo entender: ¿entonces
qué harán los demás?» —dijo el joven. «Servirán
a otros, por supuesto» —dijo la madre.
«Esto es muy extraño —respondió el joven—. Si todo
el mundo sirve a todo el mundo, ¿por qué no nos servimos
a nosotros mismos? ¿Por qué toda esta complejidad, por qué
convertirlo en una carga; por qué yo debería servir a los
demás y esperar que los demás me sirvan a mí?»
En su inocencia el muchacho está diciendo la verdad que todas
las religiones han olvidado. De hecho, el mismo significado de responsabilidad
ha cambiado en manos de religiosos, políticos, o los que llaman
bienhechores: los profesores y los padres. Ellos han cambiado el significado
de la palabra responsabilidad. La han hecho equivalente a deber: es tu
deber. Y os quiero dejar bien claro que deber es una palabra sucia. Nunca
deberías hacer nada por deber. Haz algo porque lo amas, o no lo
hagas. Entiende claramente que tu vida tiene que ser una vida de amor;
y responder desde este amor es a lo que yo llamo responsabilidad. Divide
la palabra en dos partes: respuesta-habilidad,* no la unas. Juntar estas
dos palabras ha creado una enorme confusión en el mundo. No es responsabilidad,
es respuesta-habilidad. Y el amor tiene la habilidad de responder. No hay
ninguna otra fuerza en el mundo que tenga mayor capacidad para responder.
Si amas, serás capaz de responder; no es una carga.
El deber es una carga. De nuevo recuerdo a mi abuelo. Él era
un aldeano sencillo, sin educación, pero tenía la misma cualidad
de inocencia que posee un niño. A él le encantaba que alguien
le masajeara los pies antes de irse a dormir, pero todo el mundo se escapaba.
Cuando empezaba a hacerse la cama, todo el mundo se iba lo más lejos
posible, para que no le escogiera; pero yo solía acercarme a él
sobre esa hora.
«Qué extraño —comentó él—, siempre
que empiezo a hacer la cama, todo el mundo desaparece. Hace sólo
un momento todo el mundo estaba aquí, y una vez que me he ido a
dormir, aunque puede que todavía esté despierto, con los
ojos cerrados, todos vuelven.»
«Nadie quiere darte el masaje en los pies —respondí yo—.
En lo que a mí concierne, no es mi deber. Ellos piensan que es su
deber, que una vez que se lo pides, es su deber hacerte el masaje. Pero
yo no lo considero mi deber. Si yo no quiero darte el masaje, te lo diré.»
Y se lo puse bien claro: «Te masajearé sólo mientras
me apetezca».
Yo creé con él un lenguaje simbólico, codificado.
Cuando empezaba a sentir que era tiempo de parar, yo decía: «Coma».
«¿Qué?, ¡es muy pronto!» —solía
decir él.
«Te he dado el primer aviso —le decía yo—; pronto vendrá
el punto y coma y después el punto y aparte.» Y cuando decía
punto y aparte, se acababa. Yo le masajeaba por amor no por deber.
Toda la gente que pensaba que era su deber, desaparecía. Y él
lo entendió, y me dijo: «Me lo has hecho ver muy claro. Nunca
había visto tan claramente que hay una enorme diferencia entre el
deber y el amor».
Había una vez un santo hindú en África. Vino a
la India en peregrinaje; a los Himalayas, particularmente a los sagrados
templos hindúes de Badrinath y Kedarnath. Estos son lugares muy
difíciles de alcanzar; y en aquellos tiempos mucho más. Mucha
gente simplemente no volvía; se llegaba a través de pequeños
senderos al borde de precipicios de 3.000 m. de profundidad, con nieves
perpetuas. Tan sólo un pequeño resbalón y todo habría
acabado. Ahora las cosas están mejor, pero en el tiempo del que
estoy hablando era muy difícil. El sannyasin hindú iba cansado,
aun llevando muy poco equipaje (porque llevar mucho equipaje a esas alturas
se hace imposible); según el aire se va volviendo más fino,
se hace más difícil respirar.
Delante de él, vio a una niña que no tendría más
de diez años, cargando a un niño, muy gordito, sobre sus
hombros. Ella iba sudando, respirando pesadamente, y cuando el sannyasin
pasó a su lado le dijo: «Hija mía, debes de estar muy
cansada. Llevas mucho peso sobre ti».
La niña se enfadó y le dijo: «Tú eres el
que lleva peso. Esto no es un peso, esto es mi hermanito».
Yo estaba leyendo la autobiografía de este hombre y él
recuerda el evento: le impresionó. Era verdad que había una
diferencia. En la escala de peso desde luego no habría diferencia;
si pones a tu hermanito o si pones una maleta no importa, la balanza mostrará
su peso. Pero el corazón es otra cosa, el corazón no es una
balanza. La niña tenía razón: «Tú eres
el que lleva el peso, no yo. Este es mi hermanito y yo le amo». El
amor puede cancelar la gravedad, el amor puede anular cualquier peso. Cualquier
respuesta que surja del amor será hermosa. Sin amor, la responsabilidad
es fea y simplemente muestra que tienes mente de esclavo.
Así que en lo que a mí concierne, si de verdad anhelas
libertad, espontaneidad, estar en el momento, no es cuestión de
hacer una síntesis. Tendrás que cambiar tu actitud respecto
al negocio: tu negocio tendrá que volverse tu meditación,
tu sinceridad, tu verdad; tendrá que dejar de ser explotación.
Tu constancia simplemente desaparece; tú traes algo nuevo a la existencia.
El compromiso es absolutamente absurdo. Tú no te puedes comprometer
a ti mismo porque el tiempo no está en tus manos; ni la vida está
en tus manos, ni el amor está en tus manos. ¿Entonces sobre
qué bases te vas a comprometer?
Tu condición es casi como la de aquellos dos hombres de los que
a menudo os he hablado. Ambos eran adictos al opio. En una noche de luna
llena los dos estaban tumbados bajo un árbol disfrutando de la luna,
y uno de ellos dijo: «La luna es tan hermosa que me gustaría
comprarla». El segundo le dijo: «¡Olvídate del
asunto, yo no la pienso vender. Ni lo pienses!».
Ninguno de los dos poseía la luna, pero en su inconsciencia uno
creía que la poseía y al otro le gustaría comprársela.
Y el otro dice: «No te enfades. Si no quieres vendérmela estará
bien. Pero estoy dispuesto a pagar cualquier precio por ella, pide lo que
quieras. Y además no está bien, somos viejos amigos».
Pero el segundo le dice: «¡Olvídate de ello. Amigos
o no, no la venderé a ningún precio!». Y ambos hablaban
muy en serio.
Esta es la situación con vuestros compromisos.
Un hombre le dice a una mujer: «Te amaré para siempre»,
y justo al día siguiente se enamora de otra mujer. Él es
una víctima de las ciegas fuerzas biológicas. No es que cuando
él decía: «Te amaré para siempre», estuviera
mintiendo; no es eso, él era absolutamente honesto. El hombre que
estaba dispuesto a comprar la luna no mentía, estaba sinceramente
interesado en comprarla. Y el que no quería venderla tampoco mentía.
Estaba siendo absolutamente honesto al no querer venderla a ningún
precio.
Cuando el hombre dijo: «Te amaré para siempre», estaba
diciendo absolutamente la verdad; pero no era consciente de que el mañana
no estaba bajo su control. Solamente puede hablar acerca de este momento:
«Te amo ahora. En cuanto a mañana, ya veremos lo que ocurre.
Ni yo estoy ligado ni tú estás ligada a mí. Si mañana
de nuevo sentimos que estamos enamorados, será una gran sorpresa».
¿Por qué cerrar tu vida con compromisos? ¿Por qué
no dejarla abierta a la sorpresa?, ¿por qué no dejarla abierta
a las aventuras? ¿Por qué encerrarse en una tumba? Sufres,
porque empiezas a pensar: «He prometido, me he comprometido. Ya no
importa si quiero cumplir la promesa o el compromiso. Mi integridad está
en juego. Puedo aparentar, pero no puedo aceptar que fui un imbécil
por comprometerme». No es cuestión de hacer una síntesis
con la fidelidad y la infidelidad, con lo autentico y lo falso. Tendrás
que dejar lo falso y escuchar a tu corazón y seguirle a cualquier
precio; siempre será barato. Cualquier cosa que tengas que perder,
piérdela; pero si escuchas al corazón, al final tú
serás el vencedor, tuya será la victoria.
The new dawn. Discurso 27
MISTERIOS DE LA VIDA, pags 72-76
Información difundida por www.eftmundo.com
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